miércoles, 13 de abril de 2011

CLASIFICACION DE LAS ESTRATEGIAS


ESTRATEGIAS COGNITIVAS:

Hacen referencia a la integración del nuevo material con el
conocimiento previo. La mayor parte de las estrategias incluidas
dentro de esta categoría; en concreto, las estrategias de selección,
organización y elaboración de la información, constituyen las
condiciones cognitivas del aprendizaje significativo (Mayer,
1992). Este autor define el aprendizaje significativo como un
proceso en el que el aprendiz se implica en seleccionar información
relevante, organizar esa información en un todo coherente, e integrar
dicha información en la estructura de conocimientos ya existente.

ESTRATEGIA METACOGNITIVA:

Hacen referencia a la planificación, control y evaluación por parte de
los estudiantes de su propia cognición. Son un conjunto de estrategias
que permiten el conocimiento de los procesos mentales, así como el
control y regulación de los mismos con el objetivo de lograr
determinadas metas de aprendizaje (González y Tourón, 1992).
Las estrategias metacognitivas equivalen a lo que Weinstein y
Mayer (1986) denominan como estrategias de control de la
comprensión. Según Monereo y Clariana (1993), estas estrategias
están formadas por procedimientos de autorregulación que
hacen posible el acceso consciente a las habilidades cognitivas
empleadas para procesar la información. Para estos autores, un
estudiante que emplea estrategias de control es también un
estudiante metacognitivo, ya que es capaz de regular el propio
pensamiento en el proceso de aprendizaje.

ESTRATEGIA DE MANEJO RECURSOS :

Son una serie de estrategias de apoyo que incluyen diferentes tipos de
recursos que contribuyen a que la resolución de la tarea se lleve a
buen término (González y Tourón, 1992). Tienen como finalidad
sensibilizar al estudiante con lo que va a aprender; y esta
sensibilización hacia el aprendizaje integra tres ámbitos: la motivación,
las actitudes y el afecto (Beltrán, 1996; Justicia, 1996).
La importancia de los componentes afectivo-motivacionales en la
conducta estratégica es puesta de manifiesta por la mayor parte de
los autores que trabajan en este campo. Todos coinciden en
manifestar que los motivos, intenciones y metas de los estudiantes
determinan en gran medida las estrategias específicas que utilizan en
tareas de aprendizaje particulares. Por eso, entienden que la
motivación es un componente necesario de la conducta
estratégica y un requisito previo para utilizar estrategias.
Todo esto nos indica que los estudiantes suelen disponer de una
serie de estrategias para mejorar el aprendizaje, aunque la puesta en
marcha de éstas depende, entre otros factores, de las metas que
persigue el alumno, referidas tanto al tipo de metas académicas (p.
ej., metas de aprendizaje, metas de rendimiento) como a los
propósitos e intenciones que guían su conducta ante una tarea de
aprendizaje en particular.
De este modo, parece que no es suficiente con disponer de las
estrategias de aprendizaje adecuadas; es necesario también saber
cómo, cuándo y porqué utilizarlas, controlar su mayor o menor
eficacia, así como modificarlas en función de las demandas de la
tarea. Por tanto, el conocimiento estratégico requiere saber qué
estrategias son necesarias para realizar una tarea, saber cómo y
cuándo utilizarlas.
Además, es preciso que los estudiantes tengan una disposición
favorable y estén motivados, tanto para ponerlas en marcha como
para regular, controlar y reflexionar sobre las diferentes decisiones que
deben tomar en el momento de enfrentarse a la resolución de esa
tarea. Symons, Snyder, Cariglia- Bull y Pressley expresan con
bastante nitidez estas ideas al afirmar lo siguiente:
“Un pensador competente analiza la situación de la tarea para
determinar las estrategias que serían apropiadas. A continuación, se
va formando un plan para ejecutar las estrategias y para controlar el
progreso durante la ejecución. En el caso de dificultades, las
estrategias ineficaces son abandonadas en favor de otras más
adecuadas. Estos procesos son apoyados por creencias
motivacionales apropiadas y por una tendencia general a pensar
estratégicamente" (Symons).
Por consiguiente, cuando se aborda el tema de las estrategias de
aprendizaje no puede quedar sólo reducido al análisis y puesta en
marcha de determinados recursos cognitivos que favorecen el
aprendizaje; es preciso, además, recurrir a los aspectos
motivacionales y disposicionales que son los que, en último término,
condicionan la puesta en marcha de dichas estrategias.
Aunque para realizar un óptimo aprendizaje sea necesario saber
cómo hacerlo, poder hacerlo, lo que requiere ciertas capacidades,
conocimientos, estrategias, etc.; también se precisa de una
disposición favorable por parte del estudiante para poner en
funcionamiento todos los recursos mentales disponibles que
contribuyan a un aprendizaje eficaz.

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